LA SEÑORA PAXI
De cuerpo presente
Orgullosa, audaz, elegante, se movía a su antojo con ese donaire displicente que causa perplejidad y envidia, a la par que respeto. La última vez que asaltó mi castillo con sus andares felinos, me sentí halagada: trajo como presente un ratón. Difunto.
¡Por los pelos!
Una voz gutural, un rabo retozón, un gemido en la penumbra... Me interpuse a tiempo entre la okupa y el mentecato.