LIBÉLULA



Dulce, sin prisa, gustábame seguir con la mirada la yema de su corazón recorriendo la erizada grieta que llevaba a encajar el sur con el norte: cruzando con un suspiro mi duna de venus, unía la colina del muslo hasta la ligera pendiente de su cadera, deseosos ambos de rememorar el pueril gozo de pedalear en tándem con las alas extendidas… antes de caer muertos de la risa.


De libélulas, de Manolo García