TROTAMUNDOS

 



Tres, dos, uno...

«Otro amanecer sin ubicación… ¡Hostia!». Desde las profundidades de la mente de Jon, un nombre hecho ruego le humedeció los labios. Al instante, un sensual canto de nereida lo sumergió bajo el revoltijo de sábanas de lino perfumado. Tan solo quedaba rozar con la yema el punto, musitar el deseo y Zuri abriría de par en par su agenda de nómada.