SAINT PATRICK



   


Acabaste la lectura del hombre con la cabeza llena de impresiones: figurativas unas, abstractas las que más, y con la sempiterna moraleja golpeándote el cráneo con la sonora redundancia del péndulo de un reloj: «No es propio juzgar la sintaxis de una persona pues la ardiente luz revela, porfiada, los tan  invisibles como cobardes garabatos de otros».

Anocheció. Un giro de muñeca y la lectora convirtió los naipes en una baraja, otro más y la llave accionó el pestillo, un suspiro opaco de su reflejo y Brianna dio la espalda a la puerta del consultorio: el pub estaba a dos manzanas. Kayley le presentó a Cormac el día de Saint Patrick y la desollaría si no le daba una oportunidad al hombre.