PRIMERAS NUPCIAS


Sacó su preciado frac del baúl y se engalanó con la parsimonia de quien, en medio siglo, jamás ha llegado tarde a una cita. Tras apurar una tercera copa de oporto le picó una travesura: se colgó del cuello sus brillantes charoles y cabalgó descalzo sobre una montura imaginaria al encuentro del paraíso prometido. Al llegar al templo gótico, abrió las puertas con la energía de un chaval, pero en lugar de la esperada alfombra de pétalos de crisantemo y níveas rosas de pitiminí... Trotó airado hasta el altar mayor y se asomó al ataúd de ébano que lo presidía: allí, la Muerte, envuelta en vaporoso marfil, se abrazaba mimosa a su flamante frac.