AL DESCUIDO


Llegó a casa pensando en las musarañas. Fue al desnudarse cuando se dio cuenta de la pérdida. Rápidamente corrió al bar. Tarde. Nadie vio nada raro, salvo a un hombre semiencueros. Con el semblante desencajado regresó al piso para acostarse: curado de su gripazo, ya no podía alegar enfermedad para escaquearse del trabajo: «¡Si pillo al ratero…!».