TRAGICOMEDIA
Pelusa rodaba hueca, en constante resonancia con la levedad de su psique, sobre la vasta superficie del salón. ¿Feliz? ¿Quién sabe? Rodando, rodando Pelusa se topó un día con un pelo. Amor a primera vista (tal vez debieron remirarse más a fondo). Así me convertí en testigo de cómo una pelusa y un cabello obnubilados entrelazaban sus cuerpos y revolcaban su amor floreciente por mi parqué; coincidiréis conmigo en que tan tierna escena merecía una semana de dilación por mi parte. No duraron ni cinco días: que si tus ácaros son unos cafres, que cómo soportas a la asquerosa de Caspa, que si te enredas con cualquier pelusa, que deja de asfixiarme con tu tensión peliaguda, que si ¡Tú eres una desligá!, que si ¡Ya te vale!…
Para alguien que ha optado por la soltería como dogma de vida, semejante drama solo tenía un posible final: la aspiración.