«Que la tierra no te pese»

 


La mente abotargada de sangre y lágrimas arrancadas por la fuerza, su alma renegrida de tintes vomitados por la codicia, la vanidad, la estulticia; una perpetua danza de violencia, ruina y muerte circundando su ser, acaparando su voz. A primeros de mayo se lanzó al vacío, brazos abiertos, ojos cerrados: «Que la tierra no te pese».

_¡¿Otra vez?!

La bibliotecaria recogió el volumen de Historia de la Humanidad, lo aupó sobre la vieja balda y tomó nota mental: «llamar a mantenimiento».