SILENCIOS
«Los chicos no lloran, yaya. Los chicos somos fuertes» _dijo el niño con voz de hombre. La mujer no contestó y se perdieron en dirección contraria.
Los chicos no lloran... _murmuré, y el eco del pasado llegó a lomos del rayo durmiente, el inexorable, el mismo que fulminó el cuarto de mi infancia, donde murió una inocencia que, por decreto divino, debió ser protegida por quien fuera mayor...
Los chicos somos fuertes. _Porque, de no parecerlo, nos convertimos en objeto de la impiedad más zafia...
Flavia, la de áurea silueta, me esperaba en un banco rodeada de flores de azahar. Solo ella sabía de mis lágrimas, pero ni siquiera ella, mujer, entendía la deshumanización a la que unos pocos, con la complicidad del silencio, someten a toda una especie.